En el siglo XXI, la memoria parece haber cambiado de lugar: ya no está solo en la mente, sino dispersa entre buscadores, recordatorios, notas del celular y archivos en la nube. Este fenómeno conocido como «Efecto Google» o «amnesia digital», describe la tendencia a olvidar información que sabemos accesibles en internet.
Entonces, reconocer una cara familiar, encontrar el camino a casa, retener una historia, o escribir algo ya no dependen del recuerdo, sino también de los dispositivos.
Recordar no es guardar datos como un disco rígido. La memoria está viva: elige, reconstruye y se activa con lo que se siente. El contexto, las emociones y, sobre todo, la atención, son claves para que algo se grabe. Sin estos, no hay recuerdo posible, y en un entorno saturado de estímulos digitales surge una pregunta inevitable: ¿cómo está cambiando la forma de conservar en la memoria en tiempos de hiperconectividad?
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